... Chamacas y chamacos, en mi habitual grinchez ya quisiera estar de vacaciones para poder refunfuñar durante todos estos días... pero bueno...
A ver, dándome la recia, podré tener unos días libres, a menos que me dé el síndrome de Scrooge otra vez. (Me pregunto cuántas versiones filmadas habrá del Cuento de Navidad... no me lo pregunto tanto como para googlear el dato, pero supongo que unas 200 fácilmente. O más)... estoy terminando (si no hay complicaciones) las últimas dos páginas del 50 Girls 50 número 1, y en teoría hay que seguir con todo lo demás después... pero bueno, ya dije que no me voy a estresar, me salen canas abyectas y retorcidas.
OK, creo que es razonable suponer que me extenderé con la crítica esta vez, así que aquí le seguimos...
Pórtense mal, cuídense bien, Nancynismo para todos, saludos a la Prieta convaleciente, a la Polla viajera, al buen Buttkick, al heróico Cuaas, a la Caramela, y a toda la maravillosa gente al otro lado del Alzheimer. Que se les cumplan todos sus deseos siempre y cuando no sean demasiado ilegales. Sean felices.
Y a la mejor esposa del mundo mundial... con agregada cultural.
Próxima semana, veremos...
RECOMENDACIONES (¿Cuántos meses sin una de éstas...? Demasiados.)
-AVATAR:
Creo que ya he contado esta historia varias veces... si ya se la saben, brínquense los próximos dos párrafos. Gracias.
En aquélla época primitiva e incivilizada llamada los ochentas, surgió un engendro bien extraño del estudio de Jim Henson, creador de los muppets (muerto por una ridícula prohibición religiosa de usar medicamentos contra la tuberculosis, pero ésa es otra historia)... una película llamada El Cristal Encantado. La he visto nuevamente años después. No envejece bien, de hecho, para los ritmos de hoy, es somnífera. Pero en aquéllos días era algo único. La anunciaban como algo nunca visto, un mundo totalmente diferente al nuestro, lleno de personajes únicos creados en el taller Henson, y sin un sólo humano en pantalla. Y en efecto, era un mundo mágico y diferente, al menos en la primer vista. Nunca te podías quitar la sensación de que estabas viendo marionetas, pero con tres pelos y algo de fé, te transportaba lo suficiente para perderte en ése extraño mundo.
Yo tendría unos ocho años, y estaba encantado con esa magia. Fue viendo el detrás de cámaras de ésa película que me enteré que los mundos se creaban a partir de un dibujo. Me obsesioné por unas semanas, exigí volver a ver la película. Aún con sus defectos de ritmo y guión, sigue siendo algo único de ver. Ambiciosa más allá de sus posibilidades. Inspiradora. Crear mundos no es labor para los débiles.
Entra el Avatar de James Cameron.
Cameron está en una lista de directores muy corta. Spielberg, Lucas, Jackson, Rilley, próximamente Del Toro... y discúlpenme si no recuerdo más ahora (por gusto personal no pongo a Coppola o Scorsese, disculpen mi afán geek). La lista de aquéllos directores que en algún momento han cambiado por completo la manera de ver el cine, llevándolo más allá de lo que se creía posible y abriendo puertas insospechadas para las próximas generaciones. Enfocándose en la tecnología, en los efectos, en el espectáculo visual, en hacer el cine más y más grande.
Más grande de lo que parecería posible.
A diferencia de, por decir algo, Spielberg, que ha refinado el arte de ser películas muy respetables al vapor y de descubrir talentos nuevos (Chris Columbos, Joe Dante, Robert Zemeckis, por decir algunos), o Lucas, que ha redefinido el alcance de la visión de túnel, Cameron ha sido siempre esporádico pero selecto. Lo tachan de poco original en sus guiones (ésa demanda perdida por el guión de Terminator ya es un clásico), o de pasarse de predecible y comercial. Como sea. Cada vez que desciende de su montaña con una nueva criatura, la gente se detiene y escucha.
Porque James Cameron tiene la costumbre de hacer la película definitiva sobre lo que sea.
Ya sólo por tener en su currículum la película más taquillera de la historia tendría la inmortalidad asegurada (y sí, con el paso del tiempo he llegado a apreciar la maestría en Titanic, a pesar de todo). Díganme una sóla película de desastre después de ella que haya tenido la décima parte de su impacto. No hay nada rescatable en las sagas de Alien o Terminator después de que Cameron dejó su huella en cada una. ¿Una película de aventuras submarinas digna de recordarse después del Abismo? Probablemente también hizo la última película visible de Schwarzenegger, Mentiras Verdaderas, pero bueno, éso es otra historia... en cada una de sus películas elevaba un poco más el estándar de lo que podía lograrse en el cine. Con el primer Terminator creó un ícono inolvidable, prácticamente sin presupuesto. Con Terminator 2, ya con presupuesto ilimitado, abrió la puerta a los efectos digitales (o tal vez la abrió con el Abismo, más o menos por la misma época). Con Titanic logró hacer real lo increíble a una escala nunca antes vista...
Dice que le tomó doce años esperar a que la tecnología llegara al nivel necesario para hacer Avatar.
Valió cada segundo.
Avatar cuenta la historia de Jake Sully, un soldado inválido de un tiempo indeterminado en el futuro, que es parte de la colonización terrestre del planeta Pandora, un mundo inhabitable para los humanos, pero con al menos un material codiciado por las megacorporaciones. Jake controla un cuerpo creado genéticamente, idéntico a los nativos del planeta, los Na'Vi, su Avatar. Su misión es aprender sus costumbres y ser uno de ellos, para negociar, o bien para saber cómo eliminar a los nativos y poder tomar posesión del planeta. Cuando se enamora y aprende la belleza del mundo de los Na'Vi, cambia de bando y guía a los nativos para expulsar a los terrestres de Pandora.
Así de simple, así de sencillo. Es una historia que se ha contado infinidad de veces en otros tantos libros o películas. Nada nuevo hasta ahí.
Pero con una historia más que probada, la genialidad de Cameron es contarla como nunca antes. Tal vez es predecible y barato para tocar sus acordes, pero si hay otro director capaz de trabajar a ése nivel, y lograr exactamente las respuestas emocionales que busca, con ése tamaño de espectáculo... no lo recuerdo. No hay un segundo desperdiciado, y no pierde tiempo en explicar cómo o por qué funcionan las cosas. Confía totalmente en que si muestra todo en pantalla, no hay necesidad de explicarlo. Y de qué manera.
Nunca han visto algo como Avatar.
Tómenlo como viene de este cinéfilo por treinta y tantos años y con algunos miles de películas en el archivo mental. Ni las precuelas de Star Wars, ni el Señor de los Anillos, ni la trilogía de Matrix. No han visto nada como esto.
¿Por qué tan terminante? Vamos a olvidarnos de la maligna trilogía más decepcionante de la historia, o de la suprema adaptación de Tolkien, que con todo y su nivel artístico y de alcance técnico, logra dormir o hacer renunciar a la mitad de la audiencia, o de las peripecias de Neo que enfurecen más cada vez que uno les busca el sentido.
Nunca ha habido una película a este nivel de espectáculo, con algo para todos.
El guión, como les decía, es simple y directo. Eficiente. Si varios personajes son caricaturas, son caricaturas muy efectivas. Arquetipos, para sonar cultos. Ya sabemos a quién debemos odiar, ya sabemos quiénes son los buena onda, ya sabemos quién es la galana y cuántas derrotas aparentes va a haber antes de la victoria. Cada elemento importante se menciona en el momento preciso para que lo recordemos cuando vuelva a aparecer. Nada es sacado de la manga. Simple, directo, y funciona. La lógica interna es impecable. Las coincidencias no son forzadas, los personajes crecen lo suficiente, la acción y los momentos pacíficos se entrelazan con una facilidad que da gusto. Si no es demasiado original el asunto, es porque los clásicos bien contados, funcionan, y ya.
Pero Cameron trajo nuevos juguetes de su montaña.
¿Qué pasa cuando reúnes a WETA, ILM y el estudio de Stan Winston? ¿Cuando tienes artistas como Neville Page (Cloverfield), Ty Ruben Ellingson y Wayne Barlowe (ambos de Hellboy y Blade 2)? ¿Cuando tienes presupuesto ilimitado y la mejor tecnología disponible?
Pasa que Pandora es la creación más impresionante de la historia del cine.
Así. Sin consideraciones y sin piedad. Es el primer mundo alienígena simplemente perfecto que se haya visto. Un lugar en el que nunca hemos estado, y sin embargo compramos al costo en el primer instante. Las plantas y animales tienen sentido. La ecología está totalmente planificada. Los depredadores y demás criaturas son únicos pero totalmente creíbles. Medusas voladoras, hongos fosforescentes, y ése planeta gigante de gas en el cielo nocturno. Hay mil cosas jamás vistas en esta película. Tal vez con la misma tecnología y habilidad que se hicieron los tres Decepsodios o las criaturas de Mordor, pero con una gran diferencia.
Pandora es un mundo HERMOSO.
Sus habitantes son SUBLIMES.
Y cada partícula de magia en la pantalla tiene una razón de ser. Desde los Na'Vi, ágiles y orgullosos, pasando por los Banshees y el árbol de las Almas. Las montañas flotantes. El toque genial de la conexión entre todas las cosas, literalmente y no sólo como parábola ecológica. Todo el espectáculo está ahí por una razón y no por llenar espacio. La pantalla brilla y se enciende cada vez que acompañamos al Avatar de Jake (de cuyo lado nos pusimos en los primeros tres minutos de película, desde que lucha por subir a su silla de ruedas queremos que triunfe en todo). Todo en Pandora es resplandeciente y lleno de vida, en contraste con el mundo gris y despiadado del ejército. Y la diferencia crece mientras se acerca el clímax.
El arte es todo sobre crear emociones, sin importar el medio. Lo saben los genios de Píxar cuando generan sus mundos inovidables, que se sienten tan familiares y entrañables. Lo sabe Cameron cuando creó este mundo diferente a todo lo demás, pero que se vuelve igual de familiar y entrañable. Un mundo en el que quisiéramos pasar todo el tiempo posible, cuyos habitantes quisiéramos ver triunfar y prosperar, cuyos paisajes quisiéramos ver inalterables...
Avatar no tiene un instante aburrido, en casi tres horas.
Déjenme cambiar eso último: Avatar es un espectáculo como ningún otro, que afecta y recompensa a todos los niveles. Es una aventura entretenida como la que más, con la suficiente profundidad para que nos conectemos con ella, pero nunca derivando tanto que nos perdamos. Son 400 millones de dólares invertidos, y desquita hasta el último centavo. Son miles de instantes maravillosos de los que no se puede desviar la mirada.
¿Aún no es lo bastante grande? ¿Qué tal esto?: el cine va a ser algo muy diferente, antes y después de Avatar.
James Cameron y su equipo han logrado algo imposible. El único mundo alienígena totalmente genuino, creíble y auténticamente extraterrestre en todo el catálogo cinematográfico. Que no es una belleza estéril Lucasiana, sino que vibra y nos envuelve y nos emociona. Que nos impacta y nos avergüenza y nos hace sentir pequeños. Que nos hace pensar sin sermonearnos y nos fascina sin hartarnos. Que es intimidante, pero también inspiradora. Que nos hace enamorarnos de la pura imaginación en su estado más inalterado.
Que a algunos nos inspirará a crear.
Ya no sé hasta dónde puede llegar el cine después de Avatar. Ya no lo imagino.
¿Es la última película de ciencia ficción que valdrá la pena ver? Seguro que no. Pero va a ser el estándar para medir todo lo que vendrá después.
En alguna parte hay un niño de ocho años, para quien esta es la primera película de ciencia ficción que va a ver. Y tal vez encienda una chispa en su mente. Ése niño va a tener una vida fascinante.
Eso es.