Miércoles ceniciento...

Por supuesto, siguiendo la ley de Murphy, nos cenicea el que tiene la consigna de acabarse la ceniza en diez minutos, lo que nos dejó con pinta de estigmatizados.

En fin...

Sabes que hiciste algo muy mal o muy bien en la vida cuando no te regresa la llamada de trabajo un Hermano Almada...

El día estuvo más bien acelerado con mínimas escapadas... fuí por una salsa de soya. Lo que me recordó que odio el sushi por una experiencia traumática (realmente la mayoría de mis fobias son por experiencias traumáticas) en la que me sometieron a las rebanadas frías y viscosas de esa cosa que probablemente sea pez globo tóxico, y a arrocear con palillos. Palillos. Una aberración, comer con palillos. Debe haber actividades más sencillas que esa, como neurocirugía o desactivación de ojivas nucleares.

Alguna vez en la carrera, el maestro de física nos encargó ingredientes para hacer sushi en la clase (teníamos una maravillosa clase de física, muy útil y apegada al programa)... de la que surgieron engendros cubiertos de algas como en película de terror de Roger Corman, de los que hubo que dar cuenta... y, caramba... un pez es una criatura maravillosa, un prodigio de ingeniería biológica y de diseño ecológico... su muerte debería ser para algo mejor que ESO...

Y años después, cuando probé le dí una tercera oportunidad al platillo de las multitudes... descubrí que mi vana esperanza de que el de clase estuviera mal preparado era en efecto, vana... el sushi de verdad sabe exactamente a lo mismo.

Así que odio el sushi...

Lo que me recordó esta página aislada que es la primera de la Historia Cáustica para el número 11 de la revista Cuaas, sin textos. Debería aparecer próximamente...

Eso es.