Monday, September 25, 2006

Bajo el agua...

Chamacas y chamacos, el calendario dice que ya es otoño...

...así que no encuentro justificación para que esté lloviendo cada media hora en cantidades más que respetables... no recuerdo tormentas en esta época del año desde aquélla vez que llovió en diciembre justo el día de la obra de fin de semestre de primaria, que por supuesto era al aire libre.

En fin.

Estoy probando la versión 2007 del Norton Antivirus, en lo que le llega a mi distribuidor de software legal autorizado... no estoy seguro de que me guste el engendro, ahora me entero cada tres minutos de que alguna máquina trató de enviarme un ataque mortal (con nombre y apellido e IP) y la mayoría de las funciones de Anastasia son más lentas pero seguras... es un poco como enterarse de los ingredientes de la comida exótica cuando uno ya está en masticación...

(Aprovecho el espacio para maravillarme una vez más de la ociosidad de los que tienen tiempo para programar virus).

Comenzamos una vez más a explorar el universo inmobiliario... no es bueno... sobre todo cuando le pregunté al agente porqué el closet costaba un millón 300, y me respondió que ese closet era la casa completa...

Tanto qué hacer y tan poco tiempo... lo que me recuerda que no tengo la mínima idea de qué haya pasado con la exposición, aunque la teoría dice que habría que desmontarla esta semana.

Últimamente, por algúna razón, parece que tengo cara de potentado o de extremo necesitado, pero no puedo dar tres pasos sin que se me avalancen ofreciéndome boletos para rifas o similares. Realmente detesto las rifas desde que en secundaria me enjaretaron la responsabilidad escalafónica de vender cincuenta boletos para la rifa de un cassette de Alejandra Guzmán (que, como pude constatar, no le gustaba ni siquiera a la que lo había comprado para ser rifado)... tardé tres semanas en convencer gente suficiente. No, yo no compré boleto, ¿para qué podría querer alguien una cosa de ésas?

Y por cierto que Yahoo ya no me deja mandar correos a más de 25 contactos por sesión...

Pórtense mal, cuídense bien, Nancynismo para todos, saludos a la Prieta que pronto estará muy lejos, a la Polla que ya está de regreso, a Nad que por fin dejó el vicio, a Sumi con quijada en recuperación, al buen Buttkick, al Animal y familia, al heróico Cuaas, a Allen y toda la maravillosa gente al otro lado del Alzheimer.

Y a la mejor novia del mundo mundial, por supuesto.

Próxima semana, trasplante de hipotálamo sin anestesia.

RECOMENDACIONES:

No, aún no he ido al cine.

Tengo ganas de escribir. Ya saben cómo funciona.

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FECHA DE CADUCIDAD:

El lector de código de barras emitió un discordante sonido, que de haberse podido grabar, habría resultado una versión mejorada de los acordes 17 al 19 del solo instrumental de Stairway to Heaven.

Weyron, que no tenía conocimiento musical más atrás de la creación del mp3, maldijo al aparato y se preguntó qué podría estar mal, ya que no había pasado el lector por código alguno. Y sin embargo, había registrado algo y había desplegado la información en la pantalla. La naturaleza exacta de dicha información es imposible de determinar, ya que la caja registradora se fundió unos instantes después de registrarla. Un par de instantes más de lo que Weyron había tardado en voltear a la pantalla, descifrar los jeroglíficos y convertirse en una masa monoatómica cuya famosa última palabra fue impublicable.

La conmoción entre casi todos los cerillos, clientes, intendentes, edecanes, demostradoras, vigilantes, cajeros, y demás criaturas propias del hábitat de supermercado que se encontraban alrededor del punto de la desintegración de Weyron pasó por varias etapas de asombro, incredulidad, reacciones histéricas, desesperación por haber desperdiciado un cuarto de hora haciendo fila para una caja ahora sin cajero, y franco aburrimiento.

Entre casi todos, excepto Calasia, cuyo tatuaje aún no cicatrizado en la cara anterior de su brazo izquierdo había sido el causante de la virtuosa señal musical del lector de código, y de la nueva vacante en la planta laboral del súpermercado.

Mientras huía ignorando por completo el paquete de nieve de guanábana recién pagado que le ofrecía el cerillo, Calasia comprendió muchas cosas: comprendió por qué cuando pintaba un grafitti en alguna pared, le resultaba imposible localizar dicha pared la próxima vez que pasaba por ahí; comprendió por qué jamás se había vuelto a saber del anabólico modelo al que había plasmado en la clase de arte de primero de preparatoria; comprendió por qué nunca recibía respuesta a sus e-mails y solicitudes de empleo y por qué sentía la necesidad imperiosa de hacerse un nuevo tatuaje cada que conocía a alguien. A quien no volvía a ver después.

La alarma en la entrada de la tienda emitió al pasar Calasia un fragmento subsónico, que escuchado al revés hubiera sido la primera versión invertida de la obertura de Cavalleria Rusticana. Calasia la ignoró. Estaba preguntándose qué otras cosas podría hacer.

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Eso es.

2 Comments:

Blogger aurangelica said...

Esteee, esteeeee, esteeee... ah que os códigos de barras verdad?


Que tengas un excelente martes!

7:11 AM  
Anonymous Anonymous said...

Hola Axel, he andado un poco desaparecida y hasta hoy me estoy poniendo al corriente con tu blog. Que tengas excelente semana :)

5:12 PM  

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