Ahora todo es más claro...
...o por lo menos, ya nos dimos cuenta de que las nuevas cortinas dejan pasar más luz que las anteriores, que estaban a una semana de caer a pedazos. La chamaca que atiende el depto. de cortinas nos dice que lo más saludable es cambiarlas cada año.
Lo más saludable para su comisión, supongo.
Estoy tratando de abarcar el concepto de 180 mil toneladas de maiz acaparadas en bodegas... vamos a suponer que lo que enseñaban en la escuela es aproximadamente acertado, y que una tonelada es más o menos un metro cúbico (dado que eso era de agua, supongo que varía según la sustancia, pero supongamos...) entonces, digamos que acomodamos la materia prima tortillera en un área de 100 x 100 metros, esto se elevaría a 18 metros de altura... mmm... seis pisos más o menos... caramba, esto sería como llenar Centro Magno de tortillas hasta el estacionamiento.
Ok, sí es una cantidad respetable.
Mi excompañero de la prepa, aquél que ahora es líder del congreso local y que enfrenta las múltiples acusaciones de malversación y de recibir sobornos de midibuseros y qué sé yo, afirma que todas son falsas... no puedo decir que lo conozca lo suficiente para apostar por su calidad moral, pero me recordó la de Shawshank Redemption, en la que todos los que estaban en la cárcel aceptaban que eran inocentes...
Seguimos trabajando en la novela gráfica... esta es una escena que se me ocurrió hoy, y seguramente la voy a cambiar mañana... tal vez funcione como minihistoria:
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Los Diez de la Guerra se inclinaron al mismo tiempo sobre el mapa que había al centro de la mesa (que ninguno aceptaría que había sido inspirada en las leyendas de Camelot, so pena de ser acusado de adorador de bárbaros). El pergamino estaba doblemente amarillento, por la edad y por la única bujía que lo iluminaba. Número 7 estaba siguiendo el contorno de la Bota Itálica con el único dedo en el que usaba sortija. La joya en el aro de oro lanzaba chispas sobre las regiones trazadas.
-Los franceses no se van a detener en Nápoles- dijo por fin, mientras colocaba una pieza de ajedrez en la región mencionada.
-¿Eso importa? Que los detenga Roma y su inútil Papa- dijo Número 4.
Dos o tres cabezas asintieron. A nadie le importó sus números. No era la clase de reunión en la que interesaran las identidades.
-El hecho es que van a llegar más. Los españoles acaban de expulsar a los moros y todos sabemos que no les gusta tener ejércitos ociosos. Somos vulnerables. ¿Qué va a pasar cuando los alemanes o los turcos decidan que somos buen botín?- Dijo una voz que podía ser Número 10, o tal vez 2.
-Conseguiremos más mercenarios. ¿Qué tenemos que temer de esos bárbaros?- ése era Número 3, cuyo apellido inspiraba terror fuera de esos muros.
-Florencia no es invulnerable- Número 7 jugueteaba nerviosamente con su sortija.- si Roma cae, seremos el siguiente objetivo.
-Pues nos haremos invulnerables.
Los Diez buscaron con curiosidad la fuente de la última frase, que había congelado el aire de la habitación. En las sombras sólo estaba el escribano. Y sin embargo... de pronto era algo más que el escribano. El ambiente en la habitación de pronto era sofocante.
-¿Saben cómo le llaman los franceses a Florencia? Ser Nihilo. "Doña Nada". Todo nuestro arte, nuestra cultura, nuestro comercio, todo lo que aportamos a la historia, no les interesa. Nos desprecian.
-¿Y eso qué nos importa?- respondió Número 4.
-¿Queremos ser la burla del mundo? Nuestros palacios y estatuas no nos van a ganar el respeto de nuestros enemigos. Nuestros bancos, tal vez. Pero necesitamos más.
-¿Y qué sugieres?- preguntó alguien.
-Armas.
-Tenemos armas.
-No como las que tengo en mente.
La voz del escribano comenzó a describir algunas cosas imposibles. Cosas que volaban y que resistían fuego y cañones. Cosas que iban por debajo del mar. Cosas que se movían solas.
-Estás desquiciado- dijo alguien más, que realmente no sabía qué creer.- Nadie puede construir eso.
-Tal vez.
El escribano se dirigió a la puerta que supuestamente sólo era conocida por los Diez, y la abrió.
-O tal vez sólo sea cuestión de encontrar a la persona adecuada. Después de todo, alguien debe actuar mientras aún hay tiempo de salvar a Florencia. Y parece que ustedes no lo van a hacer, así que tendré que ensuciarme las manos.
-¿Tienes un nombre a la altura de tu arrogancia, muchacho?- preguntó un número anónimo a la puerta que se cerraba.
-Maquiavelo.- escucharon sus pasos mientras se alejaba por el pasillo secreto.
Los Diez no hablaron en un buen rato.
Eso es.
Lo más saludable para su comisión, supongo.
Estoy tratando de abarcar el concepto de 180 mil toneladas de maiz acaparadas en bodegas... vamos a suponer que lo que enseñaban en la escuela es aproximadamente acertado, y que una tonelada es más o menos un metro cúbico (dado que eso era de agua, supongo que varía según la sustancia, pero supongamos...) entonces, digamos que acomodamos la materia prima tortillera en un área de 100 x 100 metros, esto se elevaría a 18 metros de altura... mmm... seis pisos más o menos... caramba, esto sería como llenar Centro Magno de tortillas hasta el estacionamiento.
Ok, sí es una cantidad respetable.
Mi excompañero de la prepa, aquél que ahora es líder del congreso local y que enfrenta las múltiples acusaciones de malversación y de recibir sobornos de midibuseros y qué sé yo, afirma que todas son falsas... no puedo decir que lo conozca lo suficiente para apostar por su calidad moral, pero me recordó la de Shawshank Redemption, en la que todos los que estaban en la cárcel aceptaban que eran inocentes...
Seguimos trabajando en la novela gráfica... esta es una escena que se me ocurrió hoy, y seguramente la voy a cambiar mañana... tal vez funcione como minihistoria:
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Los Diez de la Guerra se inclinaron al mismo tiempo sobre el mapa que había al centro de la mesa (que ninguno aceptaría que había sido inspirada en las leyendas de Camelot, so pena de ser acusado de adorador de bárbaros). El pergamino estaba doblemente amarillento, por la edad y por la única bujía que lo iluminaba. Número 7 estaba siguiendo el contorno de la Bota Itálica con el único dedo en el que usaba sortija. La joya en el aro de oro lanzaba chispas sobre las regiones trazadas.
-Los franceses no se van a detener en Nápoles- dijo por fin, mientras colocaba una pieza de ajedrez en la región mencionada.
-¿Eso importa? Que los detenga Roma y su inútil Papa- dijo Número 4.
Dos o tres cabezas asintieron. A nadie le importó sus números. No era la clase de reunión en la que interesaran las identidades.
-El hecho es que van a llegar más. Los españoles acaban de expulsar a los moros y todos sabemos que no les gusta tener ejércitos ociosos. Somos vulnerables. ¿Qué va a pasar cuando los alemanes o los turcos decidan que somos buen botín?- Dijo una voz que podía ser Número 10, o tal vez 2.
-Conseguiremos más mercenarios. ¿Qué tenemos que temer de esos bárbaros?- ése era Número 3, cuyo apellido inspiraba terror fuera de esos muros.
-Florencia no es invulnerable- Número 7 jugueteaba nerviosamente con su sortija.- si Roma cae, seremos el siguiente objetivo.
-Pues nos haremos invulnerables.
Los Diez buscaron con curiosidad la fuente de la última frase, que había congelado el aire de la habitación. En las sombras sólo estaba el escribano. Y sin embargo... de pronto era algo más que el escribano. El ambiente en la habitación de pronto era sofocante.
-¿Saben cómo le llaman los franceses a Florencia? Ser Nihilo. "Doña Nada". Todo nuestro arte, nuestra cultura, nuestro comercio, todo lo que aportamos a la historia, no les interesa. Nos desprecian.
-¿Y eso qué nos importa?- respondió Número 4.
-¿Queremos ser la burla del mundo? Nuestros palacios y estatuas no nos van a ganar el respeto de nuestros enemigos. Nuestros bancos, tal vez. Pero necesitamos más.
-¿Y qué sugieres?- preguntó alguien.
-Armas.
-Tenemos armas.
-No como las que tengo en mente.
La voz del escribano comenzó a describir algunas cosas imposibles. Cosas que volaban y que resistían fuego y cañones. Cosas que iban por debajo del mar. Cosas que se movían solas.
-Estás desquiciado- dijo alguien más, que realmente no sabía qué creer.- Nadie puede construir eso.
-Tal vez.
El escribano se dirigió a la puerta que supuestamente sólo era conocida por los Diez, y la abrió.
-O tal vez sólo sea cuestión de encontrar a la persona adecuada. Después de todo, alguien debe actuar mientras aún hay tiempo de salvar a Florencia. Y parece que ustedes no lo van a hacer, así que tendré que ensuciarme las manos.
-¿Tienes un nombre a la altura de tu arrogancia, muchacho?- preguntó un número anónimo a la puerta que se cerraba.
-Maquiavelo.- escucharon sus pasos mientras se alejaba por el pasillo secreto.
Los Diez no hablaron en un buen rato.
Eso es.
1 Comments:
Yo quiero ir a Florencia!!!!
Tenemos que conocer!!! ;)
Habrá que trabajar mucho para poder ir!
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