The one and Onlyguana...

Les voy a contar una historia:

Hace ocho años, cuando aún creía que mi camino era la esclavitud, pasaba mis días en una agencia singular en algunos aspectos (como que estaba en el mismo piso que la embajada de Eslovaquia, así que técnicamente trabajaba en el extranjero), e igual a todas en otros (como que todo en ella funcionaba como en el sistema solar, sólo que los operativos éramos los planetas, y las gónadas del dueño el sol).

En fin, en el piso de abajo abrieron una sucursal que se iba a dedicar a hacer animación 3d, ilustración, y todas esas cosas maravillosas que sólo pueden funcionar si el dueño se mete a su cueva y deja que la gente trabaje... obvio que no funcionó. Pero ahí había una dama que desde la primera vez que la ví pensé: caramba, cómo me gusta. No sé qué tiene, pero cómo me gusta...

Como en todas las historias noventeras, no pasó nada, difícilmente nos saludamos, y después de un par de sucesos raros nos desconectamos totalmente.

Y pasaron siete años.

El año pasado, por ahí de mayo, volvía de rastrear a un cliente con quien no sé quién me recomendó (pero espero, por su bien, que no lo averigüe), al que por tercera vez no encontré y con quien jamás volví a trabajar, principalmente porque no me pagó... iba yo con ira total y decidí caminar diez cuadras extras para evitar algún suceso asesino por el camino. Así que llegué a una parada de camión cualquiera, en un momento que no tenía por qué estar ahí.

Y en ese momento, se bajó de un camión cualquiera una dama.

Y caramba, me gustaba tal vez más que siete años antes.

Nos saludamos una vez más y le dejé mi tarjeta. De la nada me escribió un mes después, y yo le respondí. Nos escribimos cada dos o tres semanas un buen rato. Después cada semana. Después diario. Y después le dimos mate a las tarjetas de teléfono.

Y bueno, eventualmente se convirtió en la Onlyguana.

Y hoy cumplimos nueve meses.

¿Saben? Le he dado muchas vueltas a las probabilidades de haber estado ahí en ese preciso momento, de que ella hubiera tomado cualquier otro camión, de que yo no hubiera traído esa última tarjeta, de que no hubiera ido ese día con el cliente... en fin, probabilidades infinitas de que nada hubiera pasado.

Y es cuando me doy cuenta de que al menos una vez, tuve demasiada suerte. A veces, como hoy, nuestros momentos no son óptimos y nos despedimos con menos que una sonrisa (casi siempre es mi culpa). Pero no la cambiaría por el mundo. Y espero poder mantener todo esto sin regarla. Porque, ¿saben algo más? Una vez en la vida, aparece la persona perfecta. Y el 99% de la evidencia indica que ella es la mía.

Este mensaje fué patrocinado por el Grinch enamorado. No se preocupen, mañana ya me portaré como están acostumbrados.

Ah, y hay una ballenota en Deviantart.

Eso es.