Día del libro, ahora sin sueño...
...Mmm, no recuerdo cuál fue el primer libro que leí.
Estoy bastante consciente de que los primeros cómics que leí fueron un ejemplar del Pájaro Loco, en el que llegaban extraterrestres a ayudarlo en la sequía, regalándole una planta que producía agua, y una fabulosa recopilación tamaño colibrí en la que venían como trescientas páginas que iban desde Flash y Superman corriendo a través de un sol en forma de dona hasta Hoopalong Cassidy.
Libro... mmm, pues si algo le puedo reconocer al viejo, aparte de que aportó la mitad del material genético, es que cada vez que venía de visita traía una enciclopedia o algo para la biblioteca... había unas enciclopedias españoletas sensacionales en aquéllos días, el Nuevo Mundo Infantil, o el Mágico Mundo infantil, algo así, que tenían unas ilustraciones fabulosas y textos bastante elevados, incluso versiones resumidas de la Guerra de los Mundos y otras obras que me aterraron. Supongo que empecé leyendo cosas de mayor extensión en una de ésas.
Claro que en cuanto a tomar el libro sin ilustraciones y echármelo de principio a fin... mmm... creo que como a los ocho años leí Moby Dick, porque acababan de pasar la película. Aguanté doscientas páginas de tedio absoluto para una escena de la ballena al final. Creo que por esos días leí el Apocalipsis, también porque acababa de ver la Profecía y quería ver si de veras decía lo del 666. Por cierto que es la única parte de la Biblia que he leído fuera de las clases de catecismo de la primaria, me pregunto si es significativo.
Estoy bastante seguro que la primera vez que un libro se volvió mi tabla de salvamento fue a los mismos ocho años, durante las dos semanas de la varicela. Las pasé principalmente jugando con una figura de Star Wars (Nien Numb, para la trivia), y leyendo y releyendo un recopilado de leyendas mitológicas de todo el mundo. Un libro bastante resumido, pero maravilloso. También estuve jugueteando con las Narraciones Extraordinarias de Poe, pero lo dejé después de las primeras pesadillas. Lo retomé un par de años después.
En fin, me fascinan los libros. Me gustó desde el principio que podías ir y volver al capítulo que quisieras, que todos tenían voces diferentes, y que siempre estaban esperando para contarte historias. No me las doy de literato ni mucho menos, ahí veo en los estantes La Guerra y la Paz, Los Miserables y muchas otras cosas que en teoría uno debería leer para estar bien cultivado... pero el concepto me da flojera. Bueno, tal vez algún día.
Empecé a armar mi biblioteca personal más o menos cuando empezaban las FILes, con el Toynbee Convector (En el Expreso al norte) de Ray Bradbury (a quien descubrí en las páginas del Selecciones), y una serie de ciencia ficción que apareció un buen día en los Gigantes, de editorial Orbis. Todo de remate, como a diez pesos, que deberían ser unos... mmm... tal vez veinte de hoy en día. Algunos de ésos siguen siendo de mis favoritos: Estación de Tránsito, de Clifford D. Simak, El Fin de la Eternidad de Isaac Asimov (que eventualmente sería mi gurú), Mundo Anillo de Larry Niven (que debe ser mi libro más releído, tal vez unas diez veces, mas un par cada secuela)... y de ahí ya todo iba en bajada.
Eventualmente empecé a marcar mis eventos importantes con libros. Qué aburrido, ¿verdad? El día que fuí a hacer el exámen de admisión a la prepa me destensioné agenciándome La Mente Araña de Fritz Leiber, y Algo Verde de Fredric Brown. Después de la entrevista en la Universidad de cuyo nombre no quiero acordarme, adquirí Espadas contra la Muerte, también de Leiber. Después de la graduación (literalmente, a la mañana siguiente, y todavía con el traje) fuí por Contacto, de Carl Sagan.
En estos momentos, las pilas de libros, entre cómics, recopilaciones y libros de arte ya son físicamente inestables... pero no puedo evitarlo, no me resisto a escarbar en librerías de usados y en los puestos de Chapultepec o del tianguis cultural. Uno nunca sabe lo que puede encontrar.
Por ahí y por allá tendré algún ejemplar difícil de conseguir. No que sean objeto de coleccionista ni mucho menos, pero no es fácil en éstos días encontrar The Stars My Destination de Alfred Bester o el Oblagon de Syd Mead. En alguna parte conseguí por dos dólares un libro de la biblioteca personal de Michael Holden, que fue el anfitrión de "25th hour", un programa de radio legendario. Claro que me dí cuenta de eso años después.
En fin... saliendo de la agencia que queremos olvidar, me conseguí The Essential Ellison, la retrospectiva de 50 años de Harlan Ellison, y ése podría ser mi libro favorito.
Me fascinan ésas ideas portátiles en cadáver de árbol. Trato de leer o releer al menos uno por semana, sobre todo en mis ratos en el transporte público. Ciencia Ficción principalmente, y todo sobre el proceso de los cómics, son mis temas principales. Puedo releer la vida y obra de Mike Mignola 20 veces. Caramba, tengo Hellboy en números sueltos, en recopilado y en edición de lujo, éso no lo hago con ningún otro cómic.
El único libro que he empezado y no he podido terminar de leer: Canticle for Leibowitz. Somnífero y deprimente.
En fin, consideren ésto una carta de amor a la pulpa de madera bien empleada.
Ahora sí, empiecen un libro hoy.
Eso es.
Estoy bastante consciente de que los primeros cómics que leí fueron un ejemplar del Pájaro Loco, en el que llegaban extraterrestres a ayudarlo en la sequía, regalándole una planta que producía agua, y una fabulosa recopilación tamaño colibrí en la que venían como trescientas páginas que iban desde Flash y Superman corriendo a través de un sol en forma de dona hasta Hoopalong Cassidy.
Libro... mmm, pues si algo le puedo reconocer al viejo, aparte de que aportó la mitad del material genético, es que cada vez que venía de visita traía una enciclopedia o algo para la biblioteca... había unas enciclopedias españoletas sensacionales en aquéllos días, el Nuevo Mundo Infantil, o el Mágico Mundo infantil, algo así, que tenían unas ilustraciones fabulosas y textos bastante elevados, incluso versiones resumidas de la Guerra de los Mundos y otras obras que me aterraron. Supongo que empecé leyendo cosas de mayor extensión en una de ésas.
Claro que en cuanto a tomar el libro sin ilustraciones y echármelo de principio a fin... mmm... creo que como a los ocho años leí Moby Dick, porque acababan de pasar la película. Aguanté doscientas páginas de tedio absoluto para una escena de la ballena al final. Creo que por esos días leí el Apocalipsis, también porque acababa de ver la Profecía y quería ver si de veras decía lo del 666. Por cierto que es la única parte de la Biblia que he leído fuera de las clases de catecismo de la primaria, me pregunto si es significativo.
Estoy bastante seguro que la primera vez que un libro se volvió mi tabla de salvamento fue a los mismos ocho años, durante las dos semanas de la varicela. Las pasé principalmente jugando con una figura de Star Wars (Nien Numb, para la trivia), y leyendo y releyendo un recopilado de leyendas mitológicas de todo el mundo. Un libro bastante resumido, pero maravilloso. También estuve jugueteando con las Narraciones Extraordinarias de Poe, pero lo dejé después de las primeras pesadillas. Lo retomé un par de años después.
En fin, me fascinan los libros. Me gustó desde el principio que podías ir y volver al capítulo que quisieras, que todos tenían voces diferentes, y que siempre estaban esperando para contarte historias. No me las doy de literato ni mucho menos, ahí veo en los estantes La Guerra y la Paz, Los Miserables y muchas otras cosas que en teoría uno debería leer para estar bien cultivado... pero el concepto me da flojera. Bueno, tal vez algún día.
Empecé a armar mi biblioteca personal más o menos cuando empezaban las FILes, con el Toynbee Convector (En el Expreso al norte) de Ray Bradbury (a quien descubrí en las páginas del Selecciones), y una serie de ciencia ficción que apareció un buen día en los Gigantes, de editorial Orbis. Todo de remate, como a diez pesos, que deberían ser unos... mmm... tal vez veinte de hoy en día. Algunos de ésos siguen siendo de mis favoritos: Estación de Tránsito, de Clifford D. Simak, El Fin de la Eternidad de Isaac Asimov (que eventualmente sería mi gurú), Mundo Anillo de Larry Niven (que debe ser mi libro más releído, tal vez unas diez veces, mas un par cada secuela)... y de ahí ya todo iba en bajada.
Eventualmente empecé a marcar mis eventos importantes con libros. Qué aburrido, ¿verdad? El día que fuí a hacer el exámen de admisión a la prepa me destensioné agenciándome La Mente Araña de Fritz Leiber, y Algo Verde de Fredric Brown. Después de la entrevista en la Universidad de cuyo nombre no quiero acordarme, adquirí Espadas contra la Muerte, también de Leiber. Después de la graduación (literalmente, a la mañana siguiente, y todavía con el traje) fuí por Contacto, de Carl Sagan.
En estos momentos, las pilas de libros, entre cómics, recopilaciones y libros de arte ya son físicamente inestables... pero no puedo evitarlo, no me resisto a escarbar en librerías de usados y en los puestos de Chapultepec o del tianguis cultural. Uno nunca sabe lo que puede encontrar.
Por ahí y por allá tendré algún ejemplar difícil de conseguir. No que sean objeto de coleccionista ni mucho menos, pero no es fácil en éstos días encontrar The Stars My Destination de Alfred Bester o el Oblagon de Syd Mead. En alguna parte conseguí por dos dólares un libro de la biblioteca personal de Michael Holden, que fue el anfitrión de "25th hour", un programa de radio legendario. Claro que me dí cuenta de eso años después.
En fin... saliendo de la agencia que queremos olvidar, me conseguí The Essential Ellison, la retrospectiva de 50 años de Harlan Ellison, y ése podría ser mi libro favorito.
Me fascinan ésas ideas portátiles en cadáver de árbol. Trato de leer o releer al menos uno por semana, sobre todo en mis ratos en el transporte público. Ciencia Ficción principalmente, y todo sobre el proceso de los cómics, son mis temas principales. Puedo releer la vida y obra de Mike Mignola 20 veces. Caramba, tengo Hellboy en números sueltos, en recopilado y en edición de lujo, éso no lo hago con ningún otro cómic.
El único libro que he empezado y no he podido terminar de leer: Canticle for Leibowitz. Somnífero y deprimente.
En fin, consideren ésto una carta de amor a la pulpa de madera bien empleada.
Ahora sí, empiecen un libro hoy.
Eso es.
1 Comments:
Sea en si el libro que sea, siempre se puede sacar cosas buenas de ellos. Entretienen los ratos de ocio, aumentan la imaginación, se aprende mucho, proporcionan más temas de conversación, te abren los ojos a muchas cosas que ni conoces. En fin, un libro, el mejor amigo.
Atte: La pequeña HK de vuelta
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