Razón 57 de mi terror a las monjas...

...OK, así que suponemos: miércoles de Ceniza, no está de más ir por la tiznada, total, entras, te embadurnas, sales. No ocupa mucho tiempo, y no está de más, total, es una vez al año.

Error.

Porque, devota (e increíblemente rápido) entramos al lugar de culto en cuestión, esperando que sea automac, y resulta que hay que esperar a la tal liturgia.

OK, ya estamos.

Entonces, las monjas se toman su tiempo para iniciar a tiznar.

En fin, ya estamos.

Después de restregarle a toda la audiencia su justo lugar como algo pegado al tacón del zapato, finalmente procedieron a la tiznada.

Parecía el fin y sin demasiadas complicaciones.

Excepto...

A la hora de salir, resulta que las MONJAS habían cerrado la puerta del lugar en cuestión.

Todas las puertas.

Y dicen por el sonido: LES RECORDAMOS QUE HAY QUE PERMANECER TODOS AQUÍ HASTA QUE TERMINEMOS CON LA LITURGIA.

Todas las puertas cerradas.

Y las monjas liturgiando.

Y... pensé que ya había superado mis heridas psicológicas provocadas por la primaria católica entre monjas, pero todas se abrieron cual estigmas... ¿qué no es moralmente reprobable, sino incluso ILEGAL que se encierre a la gente en un lugar cerrado? ¿Qué tal si empieza un incendio? Peor aún, ¿qué tal si siguen saliendo monjas?

Y las monjas dando avisos y pidiendo diezmos.

El mono del llavero maestro se acercó a la puerta en la que cincuenta frustrados orábamos por la liberación de los cautivos.

Las monjas recordaron el procedimiento para el pago de la cooperación anual.

El del llavero se paralizó junto a la puerta, esperando una señal divina.

Me comenzaba a sentir como en la primera fila del estadio de Sheffield, cuando finalmente terminaron la tortura...

El caso es que una operación tiznatoria de treinta segundos potenciales se hizo de treinta minutos.

Por eso y muchas razones más, me dan terror las monjas, casi tanto como los payasos...

(Luego les cuento de AQUÉL día del niño en que las monjas llevaron payasos).

Eso es.