Viernes de esos que sólo hay cada cuatro años...

...realmente yo tiendo a seguir la filosofía de Larry Niven: el ejercicio es una cosa maravillosa; nunca me canso de observar a quienes lo practican. Lo cuál debería ser una razón suficiente para estar pegado a la televisión las próximas dos semanas.

Pero independientemente de ello, como dice la progenitora, las Olimpiadas son el respiro que se toma el mundo cada cuatro años.

(Lo cuál no es cierto... ya todos habrán oído que Rusia está invadiendo Georgia, y que Israel está por irse contra Irán, y una víctima de lobotomía sigue haciendo consultas populares energéticas, pero, bueno, vamos a fingir para los fines del argumento que el mundo realmente se está tomando un respiro).

Las primeras que ví con uso de razón fueron las de Moscú 80... por alguna razón lo que más recuerdo fue el competidor de esgrima que salió herido por un cortocircuito o algo así... las que más he gozado hasta ahora han sido las de Barcelona 92, con esa inauguración épica y el Dream Team... pero bueno, todas tienen lo suyo, independientemente de los récords y la competencia... cada una tiene su momento que pasa a la historia de una manera o de otra.

Cada una tiene sus héroes y sus leyendas.

A fin de cuentas, esta es la celebración para dejar un poco de lado todo lo que nos caracteriza y demostrar que podemos ser algo mejor... siempre hay algo especial en ver a alguien que es un experto en lo que hace, que lleva diez años dejando todo lo demás de lado sólo para tener su oportunidad ante el mundo de decir: aquí estoy, soy lo mejor que puedo llegar a ser, y lo único que quiero es demostrarlo. Quiero intentar el tercer giro. Quiero bajar de 9.72. Quiero llegar un centímetro más arriba. Quiero aguantar otro paso. Quiero ser por un momento (o por los próximos 30 años, o lo que resista el récord) el único que pudo hacer lo que estoy a punto de hacer.

Quiero demostrar que estos últimos quince mil millones de años no han sido una pérdida de tiempo. Que este planeta vale la pena porque aún podemos darnos una pausa y reunirnos como si no nos importaran las diferencias y competir por el puro gusto de obligarnos a ser mejores. Que toda la fibra de carbono y el tejido sintético y las suelas microderrapantes sólo son aditivos para el motor que llevo dentro, que hizo que mi especie saliera de las cavernas y que aún tiene mucho a dónde llevarla si se da a sí misma la oportunidad.

Apenas empezamos, y ya vimos un hombre volando para encender el fuego que hace que todo el mundo se ponga en pausa. Seguro vamos a ver mucho más.

Así que por dos semanas, hay que mirar al otro lado del mundo y dejarse asombrar. Está bien gritar, llorar y tratar de empujar a la imagen de satélite un metro más. De esto no hay todos los días ni todos los años.

Por dos semanas, tenemos una licencia para realmente sentirnos orgullosos de ser humanos.

Eso es.