Monday, May 17, 2010

Asimov se retuerce en su tumba...

... hay algo que me pone melancólico estos días, como ya se imaginarán.

No, no es exactamente el derrame de petróleo en el Golfo (que más bien es de esas cosas que se salen de la escala y no alcanzo a abarcar el concepto, como si no hubieran aprendido nada del Exxon-Valdez y como si no tuvieran bacterias devoradoras de crudo desde hace veinte años... mi sugerencia sería que utilizaran a los ejecutivos y directivos de la empresa como combustible después de bañarlos en la mezcla, pero ese soy sólo yo, claro).

No, tampoco es en particular la ley Arizona (que, si conozco a la gente, se va a aprobar aunque la Gobernadora tenga que salir sola con su escopeta a cazar a los que tengan cualquier color de pelo que no sea rubio platinado 206... después se desmoronará el sistema por su propio peso).

En este caso, tampoco el secuestro o lo que sea de Diego Fernández (aunque creo que estoy básicamente solo en la comunidad monera al opinar que sin importar sus antecedentes, quizá el que lo ajusticien en despoblado es un destino exagerado).

Lo que me pone melancólico es que el transbordador Atlantis está en este momento conectado a la Estación Espacial Internacional, por última vez.

Como lo estará el Discovery en unos meses más.

Y el Endeavour en otros tantos.

Y ya.

Nada de vuelos tripulados de la NASA por los próximos veinte años.

Me pesan esas cosas, como ya lo he dicho varias veces. Hay una novela de Isaac Asimov llamada "El Fin de la Eternidad", en el que la esencia es que un grupo se dedica a viajar en el tiempo y a estar corrigiendo la historia una y otra vez para allanarle el camino a la humanidad (como Quantum Leap o Voyagers, pero tres décadas antes). Con el resultado de que la humanidad termina con una sociedad estable y sin el menor interés de explorar más allá de su atmósfera. El grupo antagónico intenta destruir a la organización, con la esperanza de que una humanidad sin guardianes sea capaz de salir al universo.

Y en algún momento dicen: la Tierra es la cuna de la civilización. Pero no se puede vivir para siempre en la cuna.

(O tal vez esa frase es de otro escrito de Asimov, pero definitivamente es de él).

Me harta cuando la gente argumenta que hay demasiadas necesidades sociales para pensar en invertir en un programa espacial. Siempre va a haber esas necesidades. Y quisiera que alguien dijera que estaríamos mejor sin velcro, microondas, telecomunicaciones, textiles de alta tecnología, computadoras, cerámicas industriales y los miles de artículos que existen como consecuencia de la carrera al espacio. Prácticamente todo lo que usamos cada día existe gracias a que los astronautas necesitaban mejores trajes o transporte más seguro o mejores comunicaciones. La exploración es lo único, además de la guerra, que hace avanzar la tecnología a pasos agigantados. Yo prefiero tener exploración a guerra, pero eso es mi opinión, por supuesto...

En fin. Es un maravilloso tabique, ése que está en el espacio en este momento. No puede tener los motores encendidos más de dos minutos, porque se derretirían, tiene la aerodinámica de un abejorro y necesita más que su peso en combustible para subir, pero, caramba, fue un fabuloso primer paso a las estrellas. Ojalá fuera el primero de muchos.

(Eso me pasa por estar dibujando chamacas en el espacio exterior, divago...)

Eso es.

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