Viernes, recordando la cena del millón...
... una de las cuestiones de los viajes, cuando voy sin compañía, es que tiendo a olvidarme de comer. La paso con desayuno y cena (o sandwiches empacados del Ralph's de 24 horas) y alguna otra cosa si me acuerdo en el momento. Pero bueno, en esta ocasión, hace dos semanas, la raza del stand de Elephantmen me invitó a unirme a la expedición cenatoria.
Y quedé traumado...
En fin... la orden era seguir a Starkings en medio de los cien mil geeks cuyo propósito era similar (jamás, JAMÁS hay que esperar a que cierre la convención para salir...). La primera opción, el restaurant al que aparentemente iban diario, tenía lista de espera de tres cuartos de hora, así que decidieron ir a otro lugar, atrás del estadio de los Padres. Dos cuadras del centro de convenciones.
Restaurant mexicano.
He tenido por regla general evitar dichos lugares en el extranjero desde aquélla vez que el único sitio para desayunar abierto en domingo era LA SALSA GOURMET MEXICAN FOOD en el último piso de Horton Plaza. Tengo pesadillas con sus huevous rancherous todavía. Pero bueno, esa es otra historia.
Fuímos al restaurant mexicano. Eso me dió aparentemente estatus de guía nativo, con todo mundo preguntándome qué significaba "poblano" o "huitlacoche"
(¿Ceviche se dice Mahi-Mahi? ¿En serio?)
En fin... aunque el jefe hipopótamo pagaba la cuenta, mi aprehensión me evitó ir más allá de la sopa de tortilla, que parecía lo más inofensivo y con menos margen de error, pero, entre las maravillas que la raza pidió:
A ese guacamole le habían quitado dos cucharadas, pero háganse una idea del mojón que era. Esa es la mano de un servidor. Estamos hablando de unas seis cucharadas soperas de guacamole. Ocho dólares.
(Para ser justo, todo tenía un sabor bastante auténtico, con sus asegunes).
Eso, mis pequeños pitufitos, fue el platillo de elección para tres de los cinco comensales. Tacous de carnitaous. Servidos con todo el gusto del mejor sushi. Escala real. Es decir, exactamente del mismo tamaño que los tacos al pastor de cualquier esquina de este México lindo y querido. Tres de ellos. Otros ocho dólares.
Y, la joya de la noche:
¿Se alcanza a leer? O como adivinanza: pastelillo de vainilla, mermelada de fresa, relleno cremosito y chocolate oscuro... y cuesta también ocho dólares... ¿qué es?
Así que si alguna vez oyeron la frase: "donde el Gansito es fayuca"... ahora saben donde es postre exótico y de lujo...
(Y no, nadie lo pidió... y qué bueno, me hubiera acabado de torcer de la risa...)
En fin... sean felices, es viernes...
Eso es.
Y quedé traumado...
En fin... la orden era seguir a Starkings en medio de los cien mil geeks cuyo propósito era similar (jamás, JAMÁS hay que esperar a que cierre la convención para salir...). La primera opción, el restaurant al que aparentemente iban diario, tenía lista de espera de tres cuartos de hora, así que decidieron ir a otro lugar, atrás del estadio de los Padres. Dos cuadras del centro de convenciones.
Restaurant mexicano.
He tenido por regla general evitar dichos lugares en el extranjero desde aquélla vez que el único sitio para desayunar abierto en domingo era LA SALSA GOURMET MEXICAN FOOD en el último piso de Horton Plaza. Tengo pesadillas con sus huevous rancherous todavía. Pero bueno, esa es otra historia.
Fuímos al restaurant mexicano. Eso me dió aparentemente estatus de guía nativo, con todo mundo preguntándome qué significaba "poblano" o "huitlacoche"
(¿Ceviche se dice Mahi-Mahi? ¿En serio?)
En fin... aunque el jefe hipopótamo pagaba la cuenta, mi aprehensión me evitó ir más allá de la sopa de tortilla, que parecía lo más inofensivo y con menos margen de error, pero, entre las maravillas que la raza pidió:
A ese guacamole le habían quitado dos cucharadas, pero háganse una idea del mojón que era. Esa es la mano de un servidor. Estamos hablando de unas seis cucharadas soperas de guacamole. Ocho dólares.
(Para ser justo, todo tenía un sabor bastante auténtico, con sus asegunes).
Eso, mis pequeños pitufitos, fue el platillo de elección para tres de los cinco comensales. Tacous de carnitaous. Servidos con todo el gusto del mejor sushi. Escala real. Es decir, exactamente del mismo tamaño que los tacos al pastor de cualquier esquina de este México lindo y querido. Tres de ellos. Otros ocho dólares.
Y, la joya de la noche:
¿Se alcanza a leer? O como adivinanza: pastelillo de vainilla, mermelada de fresa, relleno cremosito y chocolate oscuro... y cuesta también ocho dólares... ¿qué es?
Así que si alguna vez oyeron la frase: "donde el Gansito es fayuca"... ahora saben donde es postre exótico y de lujo...
(Y no, nadie lo pidió... y qué bueno, me hubiera acabado de torcer de la risa...)
En fin... sean felices, es viernes...
Eso es.
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