283. Vive por siempre, Ray Bradbury.
Hoy Ray Bradbury emprendió su último vuelo a Marte.
¿Ray qué? Dice esta generación.
Ray Bradbury era un escritor de los buenos. No, de hecho, uno de los mejores. Uno de los pocos que desafiaban las etiquetas. No escribía ciencia ficción, ni fantasía, ni realismo mágico... escribía como él, y nadie más podía hacerlo igual.
Cuando leo a Philip K. Dick, me impacta por la dimensión de sus ideas, pero me impresiona la amargura y la paranoia que impregnaban su vida. Leo a Harlan Ellison, y me puedo perder por horas en su sentido del humor y sus increíbles frases, pero me hago a un lado por toda la ira que tiene lista para estallar contra el mundo. Y así puedo seguir con todos mis escritores favoritos. Todos tienen, o tenían, su colección de neurosis que los hacían únicos.
Excepto Ray Bradbury.
Con él, todo era alegría.
Tal vez por eso es anatema para esta generación... los pocos que han oído mencionar. Justo la generación que anticipó en Fahrenheit 451, analfabetas funcionales al grado de estar extinguiendo letras una por una, y todo el día sumidos en mares de información y ni una gota de sabiduría. Los que ya son demasiado avanzados y trendys para impactarse por los dinosaurios, las momias egipcias, los marcianos, los carnavales misteriosos, los monstruos marinos...
Ray Bradbury nació en 1920. Murió hace un día.
Tenía 12 años.
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El lugar es la Expo Guadalajara. El evento es la primera FIL. Llevo alrededor de doscientos pesos para gastar, que en aquél entonces eran como un mes de asignaciones semanales. En el primer stand veo un libro de Ray Bradbury, que era el único escritor que conocía y buscaba por nombre, debido a los cuentos impresos en el Selecciones. Era En el Expreso, al Norte (Originalmente The Toynbee Convector). El libro cuesta más de la mitad de mi presupuesto. Lo compro sin dudar un instante. De ahí me encarrilé y antes de un año había conseguido Crónicas Marcianas y El Hombre Ilustrado. Estaba perdido sin remedio.
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Ray decía que todo lo que amaba en la vida, y todos los temas de su escritura, venían de las cosas que amaba a los doce años. Las tiras de Buck Rogers y Tarzan. Las películas. El Teatro. El Gordo y el Flaco. Poe, Verne, Wells. Los dinosaurios. Marte.
(parece que lloverá... seguimos mañana porque la energía va y viene).
Eso es.
¿Ray qué? Dice esta generación.
Ray Bradbury era un escritor de los buenos. No, de hecho, uno de los mejores. Uno de los pocos que desafiaban las etiquetas. No escribía ciencia ficción, ni fantasía, ni realismo mágico... escribía como él, y nadie más podía hacerlo igual.
Cuando leo a Philip K. Dick, me impacta por la dimensión de sus ideas, pero me impresiona la amargura y la paranoia que impregnaban su vida. Leo a Harlan Ellison, y me puedo perder por horas en su sentido del humor y sus increíbles frases, pero me hago a un lado por toda la ira que tiene lista para estallar contra el mundo. Y así puedo seguir con todos mis escritores favoritos. Todos tienen, o tenían, su colección de neurosis que los hacían únicos.
Excepto Ray Bradbury.
Con él, todo era alegría.
Tal vez por eso es anatema para esta generación... los pocos que han oído mencionar. Justo la generación que anticipó en Fahrenheit 451, analfabetas funcionales al grado de estar extinguiendo letras una por una, y todo el día sumidos en mares de información y ni una gota de sabiduría. Los que ya son demasiado avanzados y trendys para impactarse por los dinosaurios, las momias egipcias, los marcianos, los carnavales misteriosos, los monstruos marinos...
Ray Bradbury nació en 1920. Murió hace un día.
Tenía 12 años.
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El lugar es la Expo Guadalajara. El evento es la primera FIL. Llevo alrededor de doscientos pesos para gastar, que en aquél entonces eran como un mes de asignaciones semanales. En el primer stand veo un libro de Ray Bradbury, que era el único escritor que conocía y buscaba por nombre, debido a los cuentos impresos en el Selecciones. Era En el Expreso, al Norte (Originalmente The Toynbee Convector). El libro cuesta más de la mitad de mi presupuesto. Lo compro sin dudar un instante. De ahí me encarrilé y antes de un año había conseguido Crónicas Marcianas y El Hombre Ilustrado. Estaba perdido sin remedio.
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Ray decía que todo lo que amaba en la vida, y todos los temas de su escritura, venían de las cosas que amaba a los doce años. Las tiras de Buck Rogers y Tarzan. Las películas. El Teatro. El Gordo y el Flaco. Poe, Verne, Wells. Los dinosaurios. Marte.
(parece que lloverá... seguimos mañana porque la energía va y viene).
Eso es.
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